Comentario
De cómo el Señor, después de tomada la borla del reino, se casaba con su hermana la Coya, ques nombre de reyna; y como era permitido tener muchas mugeres, salvo que, entre todas, sólo la Coya era la legítima y más principal.
Conté brevemente en los capítulos pasados cómo los que habían de ser nobles se armaban caballeros y también las cirimonias que se hacían en el tiempo que los Incas se coronaban por reyes tomando la corona, que es la borla que hasta los ojos les caía; y fue por ellos ordenado quel que hobiese de ser rey tomase a su hermana, hija legítima de su padre y madre, por muger, para que la sucesión del reino fuese por esta vía confirmada en la casa real, pareciéndoles por esta manera que, aunque la tal muger, hermana del rey, de su cuerpo no fuese casta y, usando con algún hombre, dél quedase preñada, era el hijo que nasciese della y no de muger extraña; porque también miraban que, aunque el Inca se casase con muger generosa, queriendo podía hacer lo mismo y concibir con adulterio, de tal manera que, no siendo entendido, fuese tenido por hijo del señor y natural marido suyo. Por estas cosas, o porque les paresció a los que lo ordenaron que convenía, era ley entre los Incas que el señor que entre todos quedaba por emperador tomase a su hermana por muger, la cual tenía por nombre Coya, ques nombre de reyna y que ninguna se lo llamaba --como cuando un rey de España casa con alguna princesa que tiene su nombre propio y entrando en su reyno es llamada reyna, así llaman las que lo eran del Cuzco, Coya. Y, si acaso el que había de ser tenido por señor no tenía hermana carnal, era permitido que casase con la señora más ilustre que hobiese, para que fuese entre todas sus mugeres tenida por la más principal; porquestos señores no había ninguno dellos que no tuviese más de setecientas mugeres para servicio de su casa y para sus pasatiempos; y así todos ellos tuvieron muchos hijos que habían en éstas que tenían por mugeres o mancebas y eran bien tratadas por él y estimadas de los indios naturales; y aposentado el rey en su palacio, o por donde quier que iba, eran miradas y guardadas todas por los porteros y camayos, ques nombre de guardianes; y si alguna usaba con varón era castigada con pena de muerte, dándole a él la misma pena. Los hijos que los señores habían en estas mugeres, después que eran hombres, mandábanles proveer de campos y heredades, que ellos llaman chácaras, y que de los depósitos ordinarios les diesen ropas y otras cosas para su aprovechamiento, porque no querían dar señorío a éstos tales, porque en habiendo alguna turbación en el reyno no quisiesen intentar de quedarse con él con la presunción de ser hijos del rey. Y así, ninguno tuvo mando sobre provincia, aunque, cuando salían a las guerras y conquistas, muchos dellos eran capitanes y preferidos a los que iban en los reales; y el señor natural que heredaba el reyno los favorescía, puesto que si urdían algún levantamiento eran castigados cruelísimamente; y ninguno dellos hablaba con el rey, aunque más su hermano fuese, que primero no pusiese en su cerviz carga liviana y fuese descalza, como todos los demás del reyno, a le hablar.